Un neumático puede recorrer hasta 30.000 kilómetros antes de tener que ser reemplazado. Una vez que estos llegan al final de su vida útil, asoma la pregunta de siempre con todos los productos que genera el hombre: ¿qué hacer con ellos?
Esto representa un problema porque por su confección son extremadamente duraderos, poco biodegradables y cuentan con diversos elementos que afectan al medio ambiente.
En general, en los últimos años, los neumáticos son reciclados y pueden ser empleados de diversas formas: juegos para niños, pistas para correr, arenas para competencias ecuestres, pisos. En Inglaterra, por ejemplo, el 80% son reutilizados. En otras ocasiones son empleados como combustible (algo muy común, también, en una situación de protesta social) ya su potencial energético es mayor al del carbón, pero más contaminante.
Pero dado el caso de que todas estas opciones fallen, se encuentra la última y más básica: simplemente tirarlos en un agujero en un lugar alejado y esperar que nadie se acuerde de ellos por mucho, mucho, tiempo.
Basureros gigantescos de neumáticos existen en Colorado, en los Estados Unidos y este que les traemos hoy, en Sulaibiya, Kuwait.
Los neumáticos llegan aquí desde todo Kuwait y desde países vecinos.
Hay cuatro compañías que se encargan de su disposición. Aparentemente cobran una bonita suma por hacerse cargo de ello.
El cementerio es tan grande que, cuando sufrió un incendio gigantesco el año pasado, este se podía ver desde el espacio.
Sin embargo y a pesar de representar otra de las bombas de tiempo que el ser humano está dejando en el planeta a largo plazo, esta alternativa es mejor que la que intentó el estado de Florida de Estados Unidos, que intentó construir un arrecife artificial con los neumáticos, cosa que se volvió una pesadilla ambiental que ahora llevará años arreglar.
Simplemente otro pequeño ejemplo de la producción desmesurada y el tipo de planeta que estamos dejando para las generaciones venideras.