El templo grecorromano, fue redescubierto hace siete años en la antigua ciudad de Hierápolis, actual Turquía, y antes parte del Imperio Romano. El mito decía que eructaba el “aliento de la muerte”, a través del que animales sanos perdían la vida en el lugar.
El historiador natural Plinio El Viejo describía este sitio como el “alcantarillado de Caronte”, el mítico barquero del Hades, y quien era el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de un lado a otro del río Aqueronte, desde donde continúan su travesía al inframundo.
Lo anterior, debido a que cientos de relatos aseguraban que animales, desde aves hasta toros, podían caer muertos en la entrada de la cueva llamada
“Plutonium”, en honor a Plutón, dios romano del inframundo, y que sólo los sacerdotes por acción divina, eran inmunes a esta maldición.
¿Misterio resuelto?
Más de dos mil años después, una investigación publicada por la revista de Ciencias Arqueológicas y Antropológicas proporciona una posible explicación para este misterio, dando a conocer que una fisura en la superficie del lugar emitiría dióxido de carbono concentraciones que pueden llegar a ser mortales.
Gracias a un analizador de gases, Hardy Pfanz y su equipo de trabajo hallaron CO2 en niveles que van del 4% a un 53% en la boca de la cueva y hasta un 91% en el interior del templo de sacrificio. Una dosis más que suficiente para acabar con la vida de mamíferos de gran tamaño, según señala CNN.
“Los problemas para los animales (incluidos los humanos) comienzan muy por debajo del 5% de CO2”, dijo el investigador. “Una estancia más prolongada al 7% y más provoca sudoración, mareos, taquicardia (frecuencia cardíaca elevada), etc. Un aumento adicional provocaría asfixia debido a la falta de oxígeno y a la acidificación de la sangre y del cuerpo o las células del cerebro”.
Gracia divina
Con estos datos, no es difícil imaginar que los animales que se aventuraron a ingresar en el lugar hayan tenido un trágico final, pero ¿Por qué el gas afectaba a las criaturas y no a los sacerdotes?La indagación agrega otra posibilidad: el hecho de que los animales y los sacerdotes son de diferentes alturas. El CO2 es más pesado que el oxígeno, por lo tanto, se sitúa más bajo, formando un lago de gas tóxico sobre el suelo. “Las fosas nasales de los animales estaban en el lago de gas”, dice, mientras que los sacerdotes eran más altos y estaban sobre el lago de gas.
Pfanz cree que los sacerdotes conocían esta situación y que sabían que las concentraciones de gas variaban según la hora del día, por lo que realizaban los rituales durante los períodos convenientes.
Fotos: Wikipedia
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