Las famosas muelas del juicio son unas estructuras que aparecen generalmente entre los 17 y los 20 años cuando la dentadura ya es definitiva. Sin embargo, su existencia siempre ha sido un misterio para la ciencia.
De acuerdo a un estudio recientemente publicado en Nature revela la interrogante de las muelas del juicio, las cuales se consideran como las principales representantes del dolor, al momento de aparecer, y de la madurez, debido a la época en que emergen.
El llamado tercer molar era para nuestros ancestros, cuatro veces más grande y con superficie plana, dos perfectas características para la masticación. Precisamente eso no ocurre con nuestra evolucionada especie, ya que las muelas se han convertido en un verdadero estorbo, esto provoca que debamos ir de urgencia al dentista para su pronta extracción.
La explicación a los cambios evolutivos de estos molares, se han relacionado principalmente con dos factores importantes: dieta y cultura. Sin embargo, el trabajo publicado en Nature muestra que la reducción del tercer molar no es una característica única de los humanos modernos, sino que responde en realidad a mecanismos básicos de desarrollo que compartimos con la mayoría de mamíferos.
En 2007, el grupo de Kathryn Kavanagh propuso el modelo teórico de "inhibición en cascada". De acuerdo a este proyecto, en el momento en el que un diente se desarrolla emite señales de activación o de represión sobre sus "vecinos". La proporción entre ambas señales determinará el tamaño de los dientes adyacentes. Dicho modelo se basaba en datos obtenidos de ensayos en ratones, pero aún no había podido ser aplicado en otros mamíferos. Hasta ahora.
Gracias a esta investigación se ha podido extender la idea de la "inhibición en cascada" a la especie humana. De hecho, los científicos señalan que el modelo podría explicar la reducción del tamaño del tercer molar desde los australopitecos hasta la actualidad. En ancestros como los ardipitecos o los propios australopitecos, las muelas del juicio presentan un tamaño considerable, ya que el resto de muelas también tienden a crecer más en esta zona de la boca.
Por el contrario, la proporción varió con la aparición del género Homo. El tamaño de cada muela no se mantuvo constante, sino que empezó a cambiar en función del tamaño total de la dentadura. La disminución de las dimensiones de nuestra dentadura provocó a su vez una reducción del tercer molar, como consecuencia del mecanismo de inhibición en cascada. En otras palabras, no somos tan especiales como nos creíamos, a pesar de contar con un "estorbo" como las muelas del juicio.
El modelo propuesto inicialmente por Kavanagh es tan sencillo como atractivo. Conociendo el tamaño de la dentadura y la especie a la que pertenece un homínido, los científicos pueden ahora inferir el tamaño de los dientes de leche y los molares permanentes de la parte posterior de la boca. Esta conclusión, que podría parecernos anecdótica, también puede servir en los estudios de la evolución humana.
Para demostrarlo, el equipo de Evans fue capaz de predecir la gran reducción en el tamaño del tercer molar en restos encontrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca. Se trata, sin duda, de una prueba clara de que nuestra historia también está escrita en las muelas. Aunque sean tan pesadas y fastidiosas como las del juicio.