Cuando el soldado Kevin Elliott murió en combate en 2009, víctima de una emboscada talibana en Afghanistán, su mejor amigo Barry Delaney supo lo que tenía que hacer.
Mientras se metía dentro de un vestido ajustado color verde brillante con un par de medias rosas, Delaney bebió vodka solo y brindó por su amigo con su trago favorito. Tenían un trato, y estaba cumpliéndolo.
Tres años antes de su muerte Elliott y su amigo hicieron un pacto: si el soldado Elliot moría en combate, Delaney usaría un vestido en su funeral. Mientras más escandaloso, mejor.
Delaney, entonces de 25 años, pensaba en lo aterrorizado que estaba su amigo antes de partir. Elliott, de 24 años, creía que nunca volvería de la guerra. Le contaba a su amigo de todas las trampas y formidables enemigos, que parecían volverse más fuertes cada semana.
El pacto del vestido fue idea de Elliott, luego de anunciar que su unidad partía al Medio Oriente estaba asustado, y necesitaba algo de humor. Los amigos bromeaban sobre su funeral, y decidieron que el vestido debía ser lo más chillón posible: rosa con pintas verdes, en una combinación ganadora.
Hubo algunas cejas levantadas, algunas miradas, pero todos conocían la promesa que había hecho Kevin.
Delaney hizo lo más que pudo por mantener su temple durante la ceremonia, pero cuando se inclinó para preguntarle a Elliott si le gustaba el color del vestido que había elegido, se quebró, dándose cuenta de que su amigo nunca respondería.
Esta triste historia real nos recuerda que los verdaderos amigos, los que harían cualquier cosa por nosotros, sin importar qué tan vergonzoso sea, son difíciles de encontrar, y valen su peso en oro.