Uno de los deportes extremos más peligrosos es el montañismo y su prueba más complicada es sin duda alguna el monte Everest. Ya sea por sus 8.848 metros de altura o sus frías temperaturas, esta montaña ubicada en Nepal la convierte en la más peligrosa del mundo para los montañistas. Sin embargo, lo más impactante no es eso.
Para ellos resulta incluso normal ver cadáveres a través del arduo camino que, lamentablemente, quita hartas vidas. No todos resultan triunfantes y viven para contarlos, un buen porcentaje termina convirtiéndose en marcas del camino. Actualmente hay más de 200 cuerpos en el trayecto.
Uno de los primeros en intentar subir el monte fue George Mallory en 1929 y cuyo cadáver se encontró recién en 1999. Se cree que un fuerte golpe de cabeza debido a una caída lo mató y también se pone en duda si logró alcanzar la cima. Hasta el día de hoy su cuerpo permanece donde lo encontraron.
También está el caso de Sergei y Francys Astentiev, un matrimonio que trató de subir en 1998. Lamentablemente se separaron en el camino y en su búsqueda no se volvieron a reunir. Ella murió de un edema cerebral y él, se presume, de una caída.
Otra de las situaciones más insólitas fue la del británico David Sharp en 2006. En su descanso se congeló y, mientras agonizaba, hablaba con las personas que bajaban o subían. Nadie lo pudo ayudar. En la montaña poco se puede hacer para salvar la vida de alguien.
Cerca de Sharp se encuentra Tsewang Paljor, mejor conocido como Botas Verdes. Este es el cadáver más famoso del monte y murió mientras descendía en una tormenta.
También hay casos curiosos como el de Hannelore Schmatz, una alemana que murió en 1979 debido al cansancio. Actualmente se encuentra como la encontraron: sentada con una pose de descanso. Y es entendible: varios de los cadáveres terminaron su vida tomando una pequeña siesta de la que nunca despertarían. Por otro lado está la canadiense Shriya Shah- Klorfine, fallecida en 2012. Después de celebrar por media hora en la cima del monte, debido a la falta de oxigeno, murió. Ahora se le puede ver amarrada a una bandera de su país. Poco más abajo, en los 8.800 metros, esta Marko Lihteneker, que falleció en 2005 por una falla en su máscara de oxigeno.
Se preguntarán por qué nadie los salva, ¿no? Las condiciones climáticas no ayudan y es muy probable que pueda ser tu vida la que corra en peligro. Pero hay casos como el de estos dos escaladores que, tras escuchar los gritos de una señora sin poder ayudarla, ahorraron dinero para buscarla y enterrarla de una manera correcta.
Este viaje puede ser fascinante y único en la vida. El costo bordea los US$60.000, pero también es probable que te cueste la vida.