Esta situación suena anecdótica, pero hay estudios en los que los participantes mencionan la ducha como uno de los lugares donde se les ocurren grandes ideas o las soluciones para sus problemas.
Hay dos factores que lo explican, según el psicólogo John Kounios, director del programa de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Universidad Drexel, en Estados Unidos, la primera razón es lo que llama "restricción sensorial".
Cuando estamos bajo la ducha nuestros sentidos se apagan un poco. La visión es limitada por el caer del agua o porque cerramos los ojos; no podemos escuchar con detalle porque el agua actúa como un ruido blanco que bloquea otros sonidos; tampoco tenemos muy despierto el sentido del tacto, porque el agua usualmente está a una temperatura similar a la del cuerpo, así que no se nota mucho la frontera entre el interior y el exterior.
Así, la ducha se convierte en un espacio de aislamiento con pocos estímulos externos o distracciones, lo cual facilita que nos concentremos en nuestros pensamientos.
El segundo factor tiene que ver con que la ducha es un lugar relajante en el que normalmente estamos con buena actitud. Cuando estás relajado y en buena onda te permites pensar de manera ambiciosa o incluso tener ideas un poco locas y hasta te haces más creativo.