El húngaro stvan Hidvegi tuvo la idea de llevar a Nicaragua a los Juegos Olímpicos, en 1968. En la gráfica le acompañan Juan Argüello (derecha), quien impuso récord nacional en los 200 metros planos; el fondista Rodolfo Gómez (izq.), y una de las hermanas Porras.
Hidvegi argumentó que para ir a México no se necesitaba ser Marco Polo ni hacerle un préstamo a los reyes católicos; que la delegación se podía enmarcar en un presupuesto prudente; y que sería algo histórico debutar en unos Olímpicos contra viento y marea.
Nuestro deporte tenía significado en Centroamérica. Nicaragua había demostrado ser capaz de ganar un título C.A. de baloncesto femenino, con aquel equipo encabezado por Thelma Platt, y la Selección de fútbol de Mayorga y Dubois, de Chocorrón y Huete, la UCA entró violentamente al firmamento de nuestro deporte, cubriendo varias áreas y en 1968 ganó un cetro de fútbol en forma invicta. En atletismo, los nicas adiestrados por Hidvegi eran invencibles en todos los lanzamientos, y superar al feroz Walberto López en ping pong era lo más difícil de imaginar. En béisbol, la Liga Profesional impresionaba antes de cerrar sus puertas en 1967. Nicaragua obtuvo en ese tiempo de mucho aliento, pese a trabajar con las uñas, títulos en judo y billar con Alberto Sujo, Santiago Juncadella y Arturo Bone.
Ninguno de los nicas sintió tanto la presión como el lanzador de bala Rolando Mendoza, en ese tiempo Campeón Centroamericano. Por asunto de orden alfabético, Rolando quedó detrás de Randy Matson, dueño del récord del mundo. El mejor disparo que logró Mendoza en sus tres intentos, fue de 13 metros 33 centímetros, muy corto para competir. Y Así fue, el atrevido debut nica en Juegos Olímpicos, hace 44 años, cuando Managua no tenía ninguna piscina de 50 metros, la única pista de atletismo era la del Estadio Nacional, revestida de hormigón, y el único gimnasio techado, el del Ramírez Goyena y ningún cronista fue enviado a la cobertura de ese evento.