Tejer, esa actividad tan repetida e instalada por las madres y las abuelas. ¿Pero sabemos realmente lo que pasa cuando tejemos? ¿Tenemos idea de lo bien que hace esta productiva costumbre?
Es cierto que, de buenas a primeras, tejer trae beneficios prácticos, ya que con esfuerzo y rapidez, en una tarde pasas de tener un ovillo de lana a tener un gorrito y una bufanda pequeña.
Pero no es sólo eso lo que da. El tiempo en el que uno produce sus propios abrigos, es útil y le hace bien al cerebro. Los beneficios son la relajación, contemplación y simplicidad.
Según la neurociencia, el movimiento repetitivo de tejer en mancuerna con el sentimiento de crear algo, hace que el cuerpo genere dopamina (el neurotransmisor de la recompensa), endorfinas (que producen una sensación de bienestar, liberadas también durante el ejercicio) y serotonina (asociada con el buen humor). Los beneficios de tejer se han vinculado a los de la meditación.
Uno de los estudios más famosos respecto a tejer es el del terapeuta británico Betsan Corkhill. Él aplicó una encuesta a más de 3 mil tejedores y encontró que, además de que la mayoría reportó sentirse más contento luego de tejer, los que lo hacían hasta tres veces por semana estaban más felices, calmados y desestresados.
Oh, ¡Dios mío!
Tejer también ayuda a la regeneración neuronal, parecido a los efectos de los conocidos ?juegos mentales? como los crucigramas, a su vez ligados a la memoria y el mejor funcionamiento cognitivo, y también es un antidepresivo, porque contribuye a que las personas estén más atentas al momento presente.
¿Qué tal entonces? ¿Ya estás tejiéndote un gorrito para el invierno?