Desde las primeras horas de este jueves, las alarmas antiaéreas se escucharon en el centro de la ciudad. Y al amanecer, las sirenas de los coches de policía se alternaban con el tráfico en medio de la incertidumbre de los habitantes.
Muchas familias acudieron a la entrada de la estación del metro con maletas y bolsas y los ojos pegados a sus teléfonos. Los agentes abrieron los torniquetes e indicaban el camino. Al final de las interminables escaleras mecánicas, varios grupos de personas esperaban sentadas en el suelo.