La fiebre escarlata es una enfermedad infecciosa que causó terror en la era victoriana, segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, a raíz de la alta mortalidad en menores de edad, ha regresado.
Esta enfermedad, causada por la bacteria estreptococo, generalmente transmitida por vía respiratoria y que afecta en su mayoría a niños desde los dos a los diez años, se mantuvo bajo control con la invención de los antibióticos… hasta ahora.
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Estudios recientes muestran que ha surgido un nuevo brote de esta enfermedad que, durante su primera irrupción, mató a un tercio de los pequeños infectados en Inglaterra y Estados Unidos.
El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. reportó que en Hong Kong se detectaron 1.535 casos a finales de 2011, lo que representa a un incremento de casi diez veces respecto a la década previa.
Asimismo, el gobierno británico informó 6.157 nuevos casos de fiebre escarlata en Inglaterra, ocurridos a partir de septiembre de 2015. Esta cifra no había sido vista desde hace más de 50 años.
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Pese a que el regreso de la enfermedad no ha causado graves consecuencias como ocurrió en el siglo pasado, y a que es más débil que en la época victoriana, los médicos están más alertas que nunca.
Y es que precisamente la falta de severidad del virus causa que se reproduzca con mayor velocidad.
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Por lo mismo, los médicos recomiendan estar atentos a los síntomas de esta enfermedad: dolor de cabeza y de garganta, fiebre y pequeñas erupciones de color rosa en la piel.