Dash tiene solo 3 años y vive en Canberra, Australia. Es un jovencito rubicundo y muy sano pero que tiene una obsesión un tanto preocupante: su amor por el ejercicio físico y su cuerpo marcado como si fuese un fisicoculturista adulto.
Su madre, Úrsula, menciona que notó por primera vez el increíble físico de su hijo hace seis meses cuando le cambiaba los pañales: ahí notó que tenía un “six-pack” o, en otras palabras, abdominales marcadísimos.
A partir de ese momento su madre comenzó a estimular su amor por el ejercicio y los espacios abiertos.
Le armó un centro de actividades en el jardín para su cumpleaños número dos y lo acompaña a correr. En una ocasión salieron a caminar durante un rato y Dash terminó corriendo dos kilómetros.
Lo más asombroso es que Dash fue un bebé de fertilización in vitro, del cual se esperaba que fuese prematuro y muy débil.
Desafiando las expectativas, nació dos semanas más tarde de su fecha de espera y pesó casi cinco kilos. Aprendió a caminar a los 10 meses y desde entonces es un huracán de actividad.
Si bien parece importante que un niño realice actividad física y que sea un entusiasta de la misma, nos preguntamos cuán adecuado para una edad tan temprana es una obsesión con el fitness y los músculos.
Si bien su madre aclara que ella no es una obsesiva del deporte, es un poco preocupante el hecho de que le haya abierto una cuenta en Instagram en donde resalta el físico de su hijo como algo normal. Ella argumenta que sus músculos provienen del amor de su hijo por los espacios abiertos.
Es claro que en los últimos años hemos visto una epidemia de niños obesos y sin actividad física, pero parecería que promocionar y estimular el desarrollo muscular en un cuerpito que todavía no ha terminado de desarrollarse podría tener consecuencias futuras negativas para su estatura y crecimiento.
Sin embargo, su madre dice que tiene esperanzas para el futuro de Dash y que le gustaría que se dedicase a la gimnasia de forma profesional.
¿Qué opinas de lo que hace esta mamá? Cuéntanos en los comentarios.