Michel Flamant, un panadero francés de 62 años, era conocido entre sus vecinos por ser un hombre de mal carácter y bastante gruñón, pero lo que desconocían era que poseía un gran corazón.
El hombre llevaba dos años intentando vender su negocio, porque ya no le estaba yendo tan bien y se sentía cansado. Un día sufrió una intoxicación con monóxido de carbono producto de un horno en mal estado.
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Pudo haber muerto de no ser porque minutos antes Michel le había ofrecido un café y un croissant a Jérôme Aucant, un hombre vagabundo que solía pedir limosna afuera de su panadería, quién vio al panadero tambalearse y llamó rápidamente a una ambulancia que lo llevó al hospital a tiempo, tras 12 días de cuidado intensivo, el panadero se repuso.
"Ese día, si Jérôme no hubiese pasado frente a la panadería, yo me iba directo al cementerio", relata Michel.
En agradecimiento, el panadero propuso a su salvador un empleo a medio tiempo, pero con los días vio que este tenía muy buena disposición para trabajar y decidió venderle su negoció pero a un valor simbólico, solo le cobró 1 euro.
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"¿Qué es lo más importante, el dinero o la vida? Yo no soy rico, pero el dinero no me importa. Quiero ser libre y estar en paz. Y si además puedo hacerlo feliz", comentó Michel Flamant.
Por supuesto ahora se ha quitado la fama de hombre con mal carácter y todos están sorprendidos por su generosidad.